La creencia en castigos eternos
no tiene origen divino. Carece de fundamento, no se corresponde con la realidad
espiritual y no es más que otra falacia que las castas sacerdotales
introdujeron con la intención de controlar a la gente a través del miedo
irracional, entorpecen, confunden y manipulan las mentes aprovechando sus
debilidades, contribuyendo a entorpecer el camino y la evolución espiritual de
la humanidad y su divinidad.
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