El verdadero ideal de nuestra vida
está siendo no el que pensamos que es lo
que queremos que sea, sino el que demostramos y expresamos con nuestros actos,
con nuestras aspiraciones, con nuestras penas, con nuestros deseos, con
nuestros enojos, con nuestros decaimientos y depresiones, con nuestras
alegrías, con nuestros desasosiegos, con nuestras simpatías y antipatías, con
nuestros desvelos, con nuestros intereses en cada cosa y en cada momento,
con nuestros insomnios, con nuestra
paciencia e impaciencia, con nuestra ira, en nuestras reacciones más o menos
automáticas, con todo nuestro actuar en cada momento y en cada situación.
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